Entradas

Mostrando entradas de 2016

Sabores del norte

Imagen
El viento arrastra perfumes conocidos, memorias fugaces, sabores de juventud y locuras adolescentes. Y empiezo a darme cuenta de que he olvidado muchos de mis recuerdos. Ya no me acuerdo de qué era vivir el día sin más preocupaciones que el cotilleo de barrio y el hollywoodiense. He olvidado, por desgracia, lo que era pensar bien de la gente. La bondad desinteresada, que antes era capaz de percibir en cualquier esquina, ahora es sustituida por intereses ocultos, paellas en el aire. Las buenas acciones quedan relegadas a un puesto de mera casualidad, una hipótesis vaga y tan inusual como la lluvia en una desértica Valencia. Echo de menos, sí, quién me lo iba a decir, el mal humor de los norteños, con su cara siempre en tensión y su ceño continuamente fruncido. Ese aguante con el que soportan una vida nublada y a menudo pasada por agua. Esos paraguas que recogen parejitas apretujadas dándose calor, que sirven de excusa para los que solo "se gustan" y para los que han o

Sonrisa de niña

Imagen
Me bajo del autobús. Meghan Trainor resuena en mis oídos, voy caminando a su ritmo. Con energía, canalizada únicamente a través de mis zancadas. Mi cara no expresa nada. Mi boca no sonríe, mi respiración no se oye, mis ojos no brillan.  Me acerco a mi trabajo por un camino ya demasiado conocido, entre decenas de personas que me resultan indiferentes. Siento cómo mis pasos completan su recorrido, pero ya no miro, ya no vivo. A veces veo el suelo, otras leo el móvil. Ni siquiera necesito levantar la cabeza, mi cuerpo esquiva, adelanta o acelera, hasta que un buen día se para. Frena justo para dejarme ver a una niñita de ojos saltones y brillantes que, desde los grandes brazos protectores de su padre, ha reparado en mí y me mira sin decir nada. Me sonríe. Con lo que para ella es su mejor sonrisa: un colmillo y medio asomando y el resto encías vacías. Y esa luz irradiando en mitad de la acera en una ciudad cualquiera. Inevitablemente despierta la máquina. Siento alegría, me vue

La verdad

Imagen
Pronto se encontró con la verdad en las narices. No sabía cómo había estado tan ciega, y a pesar de sus intentos por eludirla, al final le explotó en la cara. No podía ignorarlo más.  Era un conjunto, un todo. No era solo cosa de dos días, sus sospechas se habían corroborado . No era algo superficial o un maldito capricho. Estaba segura de que los indicios eran claros. Pudo darse cuenta, era casi de película. Aterrador, porque aquello era verdad. Puede que fueran esas manos, o quizá solo su forma de hablar lo que había hecho que se enganchara. Igual eran esos ojos con oscuros secretos. Puede que hubiera sido su forma natural y sencilla de tratar a todo el mundo o igual esa desquiciante sonrisa .  O no, simplemente había sido ese perfeccionismo innato, esa facilidad para hacer cualquier cosa lo que le había hecho sospechar de él. Había algo terrible escondido detrás de esa impresionante apariencia impoluta. Sí, se dio cuenta de su amabilidad, de sus impecables modales ingle

Mañana

Imagen
Y con la promesa de un mañana, la dejé partir. Esperando, casi rogando en secreto que ese mañana no fuera solo una muestra de cortesía. O una ilusa intención.  O una mentira apaciguadora. Porque en realidad yo la quería. Como el blanco quiere al negro. La noche al día. El bien al mal. Casi como una necesidad oculta. Yo la quería. Pero no se lo demostré. ¡Maldita sea! Porque creía que volvería. Pero jamás lo hizo. Se despidió de mí como de uno más... agitando frenéticamente su mano, como una niña pequeña, con su vitalidad y su ingenuidad. Y me dejó ahí plantado, con una sonrisa de tonto, estúpido e incrédulo, tal y como lo describen mis amigos. Bueno, concretamente dicen que tenía cara de gilipollas. Pero no puedo atestiguarlo. Yo no pude verme.  Solo la veía a ella; radiante, esplendorosa. Con un vestido naranja... o salmón como lo llamaba ella. Diciéndome, diciéndonos pero diciéndome, que volvería pronto. Y como tontos la creímos, la creí. Con la canción de Gianluca que ella me

Qué importa

Imagen
Tengo frío. El viento consigue colarse por mi cuello, levanta mi vestido, me estropea el peinado. El que había pensado para ti, todo mi look a la mierda. Dos malditas horas probándome ropa para nada. Pero eso es lo de menos, él ni siquiera se ha fijado en mí. No se ha percatado de que es el vestido que llevaba el día en que empezamos. No se ha fijado en que llevo el recogido que le gusta a él. No sabe que este maquillaje resalta mi color de ojos. Todo eso no ha servido para detenerle. Su idea de dejarme es firme. No soy yo, desde luego. Ya me lo ha repetido cien veces. Y aunque no lo diga es evidente... si no soy yo, es que hay otra. Ya no me mira, ya no me ve. Y qué importa eso. Ya nada importa. Hay otra.

¿Qué más puedo pedir?

Imagen
Una vida con comodidades cubiertas, un marido en casa, obediente. Unos hijos que me adoran, un trabajo satisfactorio y estable. El confort se mire por donde se mire. Estabilidad económica, sentimental, y física. ¿Qué más puedo pedir? Quiero sentir el riesgo, la adrenalina, el deseo de lo prohibido. La emocionante sensación de tener un secreto, para mí. Algo que haga más emocionante mi vida. Comprobar que sigo siendo una mujer deseable. Pues nada, un amante. Necesito un amante.

Una mano negra

Imagen
Se extiende por encima de mi cabeza, me tapa la luz y me deja sin respiración. Siento que me asfixio, aunque nadie me toca. Veo mi vida en blanco y negro, no tengo ilusión, mi inocencia se ha marchado. No puedo moverme. Sin poderlo remediar, pierdo la inspiración. Y tampoco lo evito.

Sorprenderte

Imagen
Sorprenderte con algo, por pequeño que sea, es un placer para los sentidos. Tu cara intrigada, esa mirada traviesa de quien tiene un regalo entre sus manos y desconoce su contenido. La mirada de un niño, pura magia. Tu respiración incluso algo agitada, instantes antes del descubrimiento. Ese silencio tierno, de quien se maravilla al contemplar algo hecho exclusivamente  para él . El saberse especial y único para alguien que, además de quererte apasionadamente, te pilla desprevenido. Te das cuenta de hasta dónde soy capaz de sorprenderte, esa persona a la que creías conocer perfecta y rutinariamente. Y por fin, tu abrazo, sentido y agradecido, silencioso, lento. Y en un susurro, tu voz. Casi quebrada, en un hilillo difícilmente perceptible: "te quiero mucho". Yo también te quiero.

Caprichosa fortuna

Imagen
El bus iba infestado de sudor y cansancio, la mala leche se repartía caprichosa cada dos o tres metros, mientras que la frustración bailaba solitaria entre los adolescentes hormonados y esos ancianos con el peso de sus recuerdos oprimiendo su pecho y encorvando su joroba. Lo confieso, me sentí afortunado.

Un día cualquiera

Imagen
Una melodía suave, interpretada por un pianista internacional. Lentamente, las notas me van invadiendo. Siento la calma llenar cada centímetro de mi piel. Mis músculos se relajan, me olvido de las preocupaciones. Solo existe el ahora. Tengo los ojos cerrados, a mi lado, estas sentado tú con tu respiración acompasada, a la par con la mía. Nuestras rodillas se tocan. Te mueves, acercas tu cuerpo hacia mí. Aún con mis ojos cerrados, me susurras algo al oído, muy bajito.  - ¿Bailamos o queda muy cursi?  Como respuesta te doy mi mano. Nada es cursi cuando hay un amor sincero, desinteresado. Esa es mi teoría, al menos. Nos abrazamos, en mitad del salón de un día cualquiera, entre semana, antes de una cena cualquiera. Nos movemos despacito, al ritmo del piano, de un lado a otro, dando vueltas. Tu respiración ahora en mi nuca, es más tierna que nunca. Lo tengo claro. Eres el amor de mi vida.

Fuego que no quema

Imagen
Te veo, pero no te siento. Me tocas, y no te creo. Me sabes a poco. Mi chip ha cambiado, ya no eres perfecto. Ahora veo tus fallos, ampliados. Cuanto más me fijo, más encuentro. Se acumulan en una lista invisible, sin poder yo controlarlo. Se suman y suman y pesan. Y ya no te veo a ti, ya no me das paz. Ahora solo eres un montón de fallos, que no quiere cambiar. La lista, que tanto tiempo he evitado e ignorado, está más viva que nunca: en mi cabeza. Sé de memoria cada error, cada fallo, cada estúpida discusión. No lo he anotado, te juro que no. No la he memorizado. Pero cada puto enfado se graba a fuego si no lo arreglamos, si no lo hablamos.  Está grabado a fuego. Ya no quema. Porque ya no siento.