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Mostrando entradas de diciembre, 2018

Instante de libertad

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Una niebla espesa flotaba en aquel pequeño pueblo, cubriendo el aire de una inusual humedad en aquellas noches otoñales. Por el suelo, hojas caídas de colores oscuros parecían apiñarse en busca de algo de calor. Entre la niebla, las farolas proyectaban una luz amarillenta que no conseguía iluminar demasiado el empedrado irregular.  Ella miraba desde su ventana, mientras fumaba su prohibido cigarrillo al abrigo de la silenciosa brisa nocturna. Aquella noche el silencio era más intenso y duradero de lo habitual y la quietud resultaba ensordecedora, casi dolorosa. Sentía la adrenalina correr por sus venas, sabiéndose en peligro y temiendo ser descubierta en el alféizar de su ventana, el único reducto de libertad que le quedaba. De pronto, en la inmensidad de la noche, envuelta en la propia niebla como estaba y camuflada por el tejado de su vivienda, lo vio. Cruzó un sendero pedregoso bordeado por altos pinos de hojas amenazantes y estirados troncos. El ágil caminar de ese hombre

La frágil resistencia

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Él sabía todo sobre extranjería, documentos oficiales y trámites burocráticos para obtener la nacionalidad española. Y sin embargo ahí estaba, desaprovechado completamente. Al final había sido detenido por culpa de algún chivato de turno que había conseguido pruebas contra él.  Y ahora después de siete años dedicado en exclusiva a una carrera prometedora, el negocio había terminado. Los ilegales estaban a las puertas del país intentando entrar y él estaba en el calabozo. No podía seguir sin hacer nada. Así que asumió su nueva situación para intentar ingeniárselas de alguna manera. Si por algo había destacado siempre, había sido por su capacidad de salir airoso de cualquier circunstancia.  Me viene a la cabeza aquella vez en que una mafia checa estuvo a punto de desmontar su chiringuito. Ya hacía tiempo que corrían rumores de que los clientes preferían el trabajo rápido —y más barato— de un guapo, joven y prometedor falsificador. Estuvieron mucho tiempo detrás de él, pero l

Recuerdos

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Seguía viendo aquellos vídeos una y otra vez, hasta la madrugada. Evocaba recuerdos de sus hijos, cuando todavía bailaban graciosamente al son de cuatro notas melodiosas. Los pequeños solían aplaudir su propio baile al finalizar y una sonrisa inmensa ocupaba todo su rostro, y este tenía un fiel reflejo en el de su madre. A veces se la oía reír a carcajadas a través de las paredes, desde su dormitorio. Supongo que eran recuerdos agridulces, después de todo.  Ahora aquellos hijos hacía tiempo que habían abandonado el hogar en el que habían crecido y ella, rodeada por una soledad que impregnaba cada pared, solo podía recordarlos con frecuencia y esperar sus esporádicas visitas. Como su vecina, solo podía compadecerla.  Yo misma había presenciado algunos de sus encuentros con sus preciosos hijos. Había visto la radiante luz en sus jóvenes ojos apagarse con el paso de los años, y el pequeño destello que reaparecía en ellos cuando se producían esos reencuentros. Había escuchad

Guerra muy fría

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No pudo soportar la ira que se apoderaba de su cuerpo en esos momentos. Sin poderlo remediar, ya no era dueña de su voluntad. El razonamiento del que siempre había presumido ahora estaba anulado, solo pensaba en su venganza. Le habían robado su tiempo y ya no podía permitir aquellas injusticias del todo inmerecidas. Como una simple espectadora, vio su propia mano levantarse hacia él, con una rapidez y una destreza desconocidas en ella, y en menos de lo que tardara en percatarse de lo que hacía, vio cómo sus propios dedos arrancaban un papelito minúsculo. Lo acercó hacia sus ojos, después de mirar desafiante al siguiente en la cola de la pescadería. Sí, el número 298, ya no se le colaría nadie más.

Piernas perfectas

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Ella, piernas esbeltas y doradas por el sol, un collar caro y un precioso tocado en su cabello castaño. No conseguí ver su sonrisa, pero su  enérgica y natural alegría todavía permanecía en su rostro, a pesar de las circunstancias. Vino hasta mí tumbada en una camilla y la conocí​ ya sedada. Sus piernas perfectas, estaban ahora completamente desestructuradas por el accidente, había perdido mucha sangre. Estuve ocho horas ininterrumpidas encerrado en ese quirófano, algunas de las enfermeras e instrumentalistas doblaron turno sin que yo se lo ordenara, mi determinación no parecía admitir quejas. Presumía ser una tarea imposible tratar de reconstruir aquellas infinitas piernas, hueso con hueso, cartílago con cartílago. Soy consciente de que cualquiera en mi situación lo habría dado por perdido, habría incluido una prótesis en la factura y se habría ahorrado unas cuantas horas de sufrimiento y angustias. Pero a mí siempre me han apasionado los puzles, y reconozco  que aquell

Amores de juventud

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Aquel era el chico más guapo en el que me había fijado y sí, aunque​ era muy tentador fantasear con lo que alguna vez pudo haber sido, lo cierto es que él nunca se había fijado en mí.  ¿Cómo iba a hacerlo? Yo, una adolescente cualquiera, y él, sumido en ese mundo de fantasía alternativo que es la música, la noche y las fans cuyo único propósito en la vida es babear a su alrededor.  Y yo muerta del asco, contemplando toda esa patética escena, compadeciéndome de mí misma por pasar desapercibida de una manera tan enorme que, ridícula de mí, solo deseaba poder ser una de esas chicas a las que él al menos prestaba alguna atención. Ese era el grado de patetismo que rodeaba a aquel personaje estrambótico y a la vez nostálgico que volvía a aparecer ante mí para regodearse en lo que pudo haber sido y nunca fue.  Pero esa noche lo que me recordó distaba mucho de todo lo que yo había imaginado. Sí, me confesó que veía a esa niña tímida que se escondía para escucharle cantar. Sí, de

Capítulo 2: Una invitación inesperada

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Estuvieron hablando largo rato, rodeados de un ambiente acogedor con sabores dulces y olor a chocolate caliente. Pensaréis que no es quizá lo más apropiado para una primera cita, pero insisto, aquello no era una cita.  Ella encontró en aquella masculina sonrisa una inesperada invitación a relajarse, a desconectar su chip calculador que siempre permanecía alerta. Para ella era desconocido aquel estado de confort en el que no necesitas causar una buena impresión ni tampoco tienes expectativas puestas en esa persona.  ¿Qué esperaba de aquel encuentro? Si os digo la verdad, solo quería eso, no tener que pensar. No había posibilidad de confundir aquello con nada romántico, estaban demasiado definidos los límites de aquella extraña relación que empezaba a fraguarse.  En realidad era como si lo conociera desde siempre, solo que a través de otros ojos. Una persona de la que conoces tantos detalles encantadores que a ciencia cierta sabes que es una buena persona pero nunca te has