La bata blanca

La bata blanca se movía con destreza por el largo pasillo de baldosas en crudo y paredes blancas, decoradas con algún que otro cuadro abstracto con formas y colores tan optimistas como si los hubiera pintado una niña cargada de sueños por cumplir.

La bata blanca con su apellido grabado en el bolsillo superior izquierdo y un par de bolis reposando en su interior, le ofrecía un aire distinguido, como el pedigree de un caniche que se presenta a un concurso de belleza canina sabiéndose el más apto de los presentes.

La bata blanca no se paraba a descansar y también se hacía esperar, una especie de #quiero y no puedo, un #la vida me sobrepasa y yo estoy a merced de esta rueda, un #tengo miles de cosas que hacer y poco tiempo para decirlas con cariño, un #podría seguir con los hagstags hasta aburrirte, un #prefiero utilizar eufemismos y llenarte la vida de alegorías.

La bata blanca se alejaba despacio, recta y serena, y ya estrechaba con fuerza la mano de su siguiente paciente, dejándome con el desconsuelo en el cuerpo y la terrible evidencia de que ni la ciencia ni la superdotada bata blanca podrían salvarme la vida.

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