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Mostrando entradas de agosto, 2020

La puerta granate

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Un desagradable sonido de micrófonos y altavoces desacoplados luchando por el protagonismo llegó a mis oídos. No sé por qué a mí, que caminaba inocentemente por la acera después de diez horas extenuantes de largo y monótono trabajo, pero ese cuchitril, desvencijado y escondido, con la puerta de un granate desconchado y unas ventanas minúsculas y empañadas, me estaba llamando. Abandoné la bulliciosa avenida para entrar en aquel callejón sin salida que conducía a ese barucho de mala muerte que, estando en mis cabales o envuelta en una sencilla llamada telefónica, jamás hubiera apreciado. Pero esta vez, precisamente, fue ese sonido el que me atrajo estando  — al parecer —  mi sensibilidad a flor de piel y mi corazón expectante. La puerta que empujé gimió con un leve crujir que se ahogó en el ambiente cargado de su interior. Lámparas vintage se distribuían dispares por el local, alumbrando lo justo para poder encontrar las minúsculas mesas de madera que, ocupadas por parejas

Eres tú

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He visto y he sentido. He vivido y he huido. Ahora algo me inquieta. El viento trae restos de un pasado olvidado. Eres tú. Vivo, pero no duermo. Malvivo. Te veo en otros rostros, te siento en otras manos. Me inquieta, te lo digo, este mundo que algún día fue tuyo. Y ahora ya ni siquiera es mío. Ya no vivo, ni sueño. Te maldigo.

Tópicos distópicos

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La verdad es que llevaba varios meses regodeándose en su propia miseria cuando un pensamiento optimista se asomó a hurtadillas por el lado izquierdo de su cerebro. "Tal vez mi vida no ha sido tan caótica”. Su memoria pasó brincando de un acontecimiento trascendental al siguiente, a cual más dramático, sin detenerse demasiado, solo llevando la cuenta de sus desgracias como si de un mero historiador se tratara. No. La cuenta era larga.  Pero, ¿y si eso era lo normal? La mayor parte de las desgracias de las personas no se conocen. Todo el mundo tiene sus tormentos. "La procesión va por dentro". "En todas las casas cuecen habas", y unas cuantas más frases hechas, refranes y tópicos se le vinieron a la cabeza como una avalancha de indiscutible sabiduría. De pronto pareció sentirse algo reconfortada cuando "mal de muchos, consuelo de tontos" quiso pasarse a saludar. Desechó la expectativa de ser inteligente con agrado. "Tan solo el mundo es co

Vestida de rojo

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Está anocheciendo. El cielo empieza a cubrirse de unas nubes blanquecinas y el rosáceo pasa lentamente al violeta en su camino hacia el inevitable azur. A lo lejos, tras la montaña que acabamos de sortear, una tormenta eléctrica se ceba con ese cielo. Un rayo detrás de otro, sin parar, iluminan ese lejano trocito de cielo, resaltando la silueta de la implacable nube que llega y cegando a quien osa mantenerle la mirada. Si bien esa tormenta no va a arruinar mi noche, me quedo impasible observándola alejarse lentamente de mí. Atravesamos sin dificultad un valle abierto cincelado por los dioses a capricho, con sus colores dorados y ocres, que se abre ante mí. Lo dejamos a un lado para adentrarnos en una montaña que se eleva, grandiosa y pletórica, curva tras curva, para esconder en su seno un embalse. La sorpresa de hallar ese inmenso remanso de paz me embarga como al viajero solitario que encuentra un pozo después de millas de dunas. Tras aparcar el coche y sellar mi entrada, si

El bosque encantado

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Imagina un bosque encantado. Árboles estrechos que se cruzan en mi camino. Un olor a humedad y un ligero escalofrío despiertan mis sentidos. Un musgo de color verde muy intenso, fresco y brillante, cubre el suelo y las paredes de esos árboles que, sin ramas y altos como torres que custodian un cielo encapotado que se cuela por sus copas, se multiplican por momentos y congelan el tiempo. Y el sentido de la orientación, por cierto. Solo algunos haces de luz consiguen llegar a esa hondonada, donde un árbol milenario descansa y domina el lugar y lo custodia con su enorme tronco con extraños huecos y deformidades, con ramas que parecen arterias que bañan sus hojas de un verdor exquisito y poderoso, con sus enormes raíces despertando del suelo y saltando entre la tierra a capricho. Parece extender sus largas extremidades para intentar atraparme a mí, la intrusa, que sintiéndome insignificante y dichosa al mismo tiempo, lo contemplo maravillada.  Ramas y troncos caídos y cub