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Mostrando entradas de enero, 2019

El último vuelo

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Vuela y siente el agua correr frente a él. Pequeñas gotas de agua le salpican el rostro, aliviando su sufrimiento. Un pesar que dentro de muy poco habrá olvidado.  La brisa fresca se cuela entre su pelo, entre sus dedos, renovando sus fuerzas. Hace muy poco que ha aprendido a vivir solo y, aunque es consciente del escaso tiempo que le queda, ya empieza a sentir nostalgia de la vida.  También los peligros le acechan, vigila su retaguardia con una audacia instruida pero inexperimentada, temerosa aún. Ahora ya nadie lo protege, saben de su fragilidad, de su inocencia también, pero él está solo. A pesar de ello tiene las ganas de probarse a sí mismo, de correr y gritar y sentirse libre por primera vez. Salir de casa le ha sido duro, ahora debe encontrar su pareja, tiene muy poco tiempo. Ese es el curso de la vida, así se lo han enseñado. La primavera es la época más propicia para enamorarse, los olores y sabores son mucho más intensos​, hasta el aire es diferente, más

Instante de peligro

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¿Un pájaro piando de madrugada? Era, por lo menos, algo inusual. Ella volvió a cerrar sus ojos intentando conciliar el sueño con aquella nueva banda sonora. De pronto, un cambio de luces, como una ráfaga de sombras que cruza en el interior de sus párpados, adueñándose de la escena. Eso es, todo en penumbra, solo que aquello no era una película. El pájaro tampoco hablaba ya. El silencio contenido del público antes del último acto. Ella abrió sus ojos y se acercó hasta la ventana. La fría noche invitaba a descubrirla. Cogió otro cigarro, lo encendió y en la noche oscura su cara quedó iluminada por un breve momento. Salió al alfeizar de su ventana. Una niebla espesa seguía instalada en el ambiente. Aquel invierno estaba siendo demasiado largo. Buscó entre las ramas de los árboles cercanos, esperando encontrar a aquel pajarillo trasnochador que parecía volver de una noche de juerga. Pero no encontró ni un leve crujido entre las sombras. Ni un movimiento entre el silencio noctu

Rutina

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Se despierta su mente, busca el móvil a tientas, lo coge, abre sus ojos, mira la hora, suspira. Se levanta, hace su café, coge la taza, va a su cuarto, se viste, se peina, sorbe. Se perfuma, se cepilla los dientes, se calza, coge su cartera, besa a su pareja, cierra la puerta. El ascensor llega, desciende, se frena. Un taxi espera, se sube, le indica, llega. Entra en su oficina, cruza el vestíbulo, el ascensor sube, en la quinta planta se baja. Camina sobre el mármol, el barullo aumenta, una sala de juntas le espera, el silencio se impone. Once personas callan, la mesa cubierta de papeles, en la pantalla un gráfico, él se sienta. Dispuesto a iniciar su discurso, una desconocida presencia le distrae.  Ella está sentada en la otra punta de la mesa, con una pila de papeles delante, gafas negras, mirada seria. Orden en sus apuntes, limpieza en su caligrafía, capacidad en su informe, femenina en su atuendo, segura en su peinado, humilde en su bisutería, ética en

Causas perdidas

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- Hubo un tiempo en que lo nuestro fue bonito, fue verdadero. No estoy segura de que fuera amor y no quiero rivalizar en franqueza contigo, pero algo hubo. - Lo cierto es que para mí significaste mucho. - Lo sé, "mucho". Pero no todo. Nunca lo fui todo. Empezó siendo algo sencillo, unas pinceladas de vida tranquila y despreocupada, teníamos todo lo que queríamos, nos teníamos a nosotros y eso bastaba. - ¿Qué crees que falló, entonces? - Empezamos a querer más. Saber más, tener más, tenernos más, conocernos más: se rompió la magia al descubrir tus manías y defectos... - Todo el mundo tiene manías, tienes que entenderlo. - Y lo sé pero... Creo que nunca llegué a aceptar las tuyas. Siempre tenía la impresión de que eran, no sé... Pasajeras. Creía que cambiarías. - ¡La historia de siempre! - Lo sé... ¡Caigo en los clichés! Pero el tiempo me hizo volverme caprichosa. Curiosamente, me aferré a la idea de salvarte. ¡Como si fuera yo la Madre Teresa d

Borrador

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Sentía orgullo, un placer inmenso por el trabajo realizado, una felicidad desmedida por haber concluido su obra. Una obra que había pasado demasiado tiempo en su cabeza y otro tanto enjaulada en la carpeta "Borradores" de su ordenador. Había dormido en sus brazos, desvelado sueños e interrumpido sus comidas. Porque había aprendido que cuando la inspiración llama a tu cabeza, tu corazón no puede esperar. O viceversa.  Obligado por una corriente superior a tus fuerzas terrenales te lanzas a la aventura, corres, te ríes y también lloras. Y sueñas, sueñas a todo color y con todo lujo de detalles, sin escatimar. Y luego muestras tu obra, tu bebé, tu pequeña novela, el sueño de una vida, el viejo propósito de cada año nuevo.  Sin embargo, tu creación muere antes de nacer. Es rechazada por una, y otra, y otra editorial. Nadie apuesta, no arriesgan. "Eso ya no se lee, no va a vender." Te dicen que no será un éxito, que vuelvas a intentarlo más adelante, con otra co

Fuego

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El frío ambiente invernal traía olores a maderas quemadas. Recuerdos de un pasado lejano volvían a mi cabeza, plasmando en mi retina imágenes demasiado nítidas todavía, donde el dolor y el miedo se disputaban el papel protagonista de la historia.  Ya solo quedaban pequeños momentos de placer donde disfrutaba de detalles de la naturaleza. Un angosto riachuelo, una colina perfilada en el horizonte o simplemente el bello cantar de un colibrí despreocupado podía erizarme la piel y mantenerme meditando durante unos cuantos minutos. Sin embargo, no quedaba lejos el día en que me habían sido arrebatadas mis más bellas posesiones y mi único amor, dejándome abatido en la más devastadora de las desgracias.  La soledad era ahora y desde entonces mi única compañera de viaje; el tiempo y la belleza de nuevos rincones por descubrir me habían devuelto el sosiego y la voluntad de sobrevivir en un mundo maldito que se había cebado conmigo sin piedad. Lejos de autocompadecerme, busqué ref

Sola, no

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No. No me siento sola. Ni aburrida, ni tampoco vacía. No, yo tengo mi vida, mi trabajo. Tengo 274 amigos en Facebook, un vecino anciano que me saluda todas las mañanas y un vagabundo que me piropea al entrar en la estación de metro. Un farmacéutico que me sonríe siempre y un cajero de Mercadona que siempre me deja saltarme la cola. Tengo siempre actualizado Linkedin, hago stories de chorradas para mi Instagram, retuiteo algún chiste gracioso de vez en cuando y comparto mis comidas en Facebook.  Tengo amigas con las que quedar y no quedo. Tengo libros para leer, pero tampoco los leo. Tengo muchas series a medias y ninguna termino. También compañeros de trabajo con los que comparto el café mientras oigo sus batallas jurídicas, aunque me den lo mismo​. Me siento cansada a todas horas, eso sí es verdad. Pero sola, no. No estoy sola.

Un Sinsentido

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Quiero confesar que tras un par de días sin saber de ti, echo de menos tus palabras de consuelo, tus comentarios burlones y tus historias sinsentido. Añoro las llamadas nocturnas, los dobles sentidos y esa mirada tuya, solo tuya. No puedo olvidar los consejos oportunos, las broncas absurdas y tus rayadas, o las mías. Lo echo todo de menos pero, si te soy sincera, en parte me aburre, incluso lo odio y hasta lo aborrezco. Estoy cansada de tus bromas repetitivas, tus absurdos malentendidos y tus promesas de un futuro que no llega. No quiero tener que mirar el móvil como una psicópata frenética esperando tu respuesta que solo aparece en función de cómo sople el viento.  Porque ahora lo sé: tu imprevisible atención no es un cuidadoso arte de cortejo, simplemente no responde a la lógica. Odio depender de algo tan cambiante como tu humor diario o mi tolerancia a tu ambiguo discurso ético. No tolero tu sentido de la priorización ni tu fastidioso sarcasmo, y me asquea que mi honestidad sea m

Una nueva era

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Qué difícil es encontrar hoy en día a alguien de verdad, alguien auténtico, que inspire. A menudo veo que una misma persona tiene opiniones contrapuestas en temas trascendentales. ¿Será que ya no se plantean las cosas? Parece que un día piensa una cosa y otras veces la contraria, según cómo le sople el viento o quién tenga delante. Porque no quiere herir sensibilidades, porque para gustos los colores, porque abandera el "yo tolero, yo respeto" como única ideología. Pero una cosa no quita la otra. Nos hemos vuelto extremistas en esto de ser de centro. Porque ya expresarse con claridad es atentar contra vete tú a saber qué y te convierten en cualquier cosa con el sufijo -fobo. Porque ya no hay libertad para pensar diferente. Porque no es políticamente correcto. Porque hoy está mejor visto esto que aquello. Porque parece que todos debamos pensar igual y aparentar ser auténticos. Pero la realidad es que ya nadie es verdadero y la era de los robots ya ha llegado.