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Mostrando entradas de octubre, 2019

Traición

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La acompañé a su dormitorio. Su cuerpo temblaba por todas partes, mientras lentamente nos movíamos las dos juntas, casi sin levantar los pies de las frías baldosas. Despedía un olor cansado, antiguo, almibarado con un toque dulce y familiar al mismo tiempo. Su cuerpo, larguirucho pero completamente encorvado hacia delante, se apoyaba en mi solícito brazo como si de un bastón se tratase. La metáfora me hizo sonreír con melancolía. Ella, que siempre había sido nuestro pilar, también se llamaba así. Mi abuela, la mayor de ocho hermanas, la trabajadora e incansable, la paciente, la bromista, la filósofa, la única superviviente. Noventa y siete años de vida.  La conversación versaba sobre lo rápido que pasaba el tiempo y lo alta y guapa que me encontraba. Una parte de mí pensaba "de qué me va a servir si voy a acabar así de encorvada". Mi otra parte le decía con dulzura "no te creas nada, abuela, la mitad es maquillaje". Ella sonreía con energía, mientras sus ojos

La llamada

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Una calma extraña reinaba en el jardín trasero, el calor algo pesado y la humedad en el ambiente permitían estar al aire libre con un ligero vestido. Un grillo cantarín y melancólico hacía frotar sus alas en busca de un escarceo nocturno. Las luces blancas de los relámpagos caían repartidas por el cielo sin ton ni son, en una cascada de luces caprichosamente diseñada, perfilando las finísimas nubes dispersas y dejando a descubierto su casi desapercibida existencia. La vegetación del jardín desprendía aromas intensos y evocadores en un afán por respirar el frescor del aire que tanto le había faltado durante el largo y caluroso día veraniego.  Las bocanadas de viento fresco empezaron a sucederse con violencia e imprevisión, moviendo a su paso los maceteros que arrastrados por su furia provocaban un estruendo lastimero contra las baldosas de la terraza. El silencio expectante adornado con las notas de aquel grillo trasnochador dio paso a un rumor sordo de truenos lejanos que parecí

Marioneta

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Hace tiempo que debí pronunciar tu nombre pero lo olvidé. Olvidé el tiempo que estuvimos juntos, en el que fuimos felices y corríamos a la misma velocidad que nuestra vida, sintiéndonos dueños del tiempo y de la felicidad misma. Recuerdo esos días con nostalgia y cariño, donde antes había dolor ahora hay calma, donde había rencor solo queda silencio. El silencio que tan cómodamente compartíamos y las miles de palabras que nos inspiramos. Ahora el tiempo pasa rápido por mi lado, ignorando mi presencia, casi con regocijo me mira de soslayo y sonríe con picardía. Sabe más que yo, conoce mi destino y mi final, y yo soy una simple marioneta que olvida sus recuerdos e imagina los que vendrán.

SMS

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Escribo y borro. Escribo y borro. Escribo. El miedo vuelve. Mi valor se encoge. Tu imagen está viva. Mi recuerdo me acobarda. Tu sonrisa contagia. Mi esperanza crece. Tu inseguridad me mata. Mi abatimiento llega. Tu partida me destroza. El miedo llega. Y borro.

Desafiando a la muerte

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En sus ojos brillaba la adrenalina. El día era radiante y podía hacer lo que quisiera. De camino a su trabajo, montada sobre una bicicleta urbana, volaba. El carril bici es un gran invento de este siglo. Y el vacío legal en cuanto a incumplir los semáforos es un claro aliciente para llegar al trabajo batiendo todos los récords de velocidad. Las escasas curvas puede hacerlas casi inclinándose, como si un Márquez o un Rossi se hubieran apoderado de su cuerpo. Los semáforos de las grandes avenidas, en los que antes tenía que apretar el paso para que no se pusiera en rojo, ahora puede pasarlos como una bala, casi sin mirar a los lados. Osando, sí, desafiando a la aparición de algún delincuente que atente contra el tráfico y la seguridad vial. Otras veces el semáforo se le pone en rojo cuando está a punto de cruzar, a una velocidad punta, por el paso de peatones-bicis. Pero ella, sin miedo, acelera, aprieta las pedaladas y consigue hacer esperar a los coches que, furiosos, rugen sus