Mucho de nada

Segundo ensayo de la asignatura Claves del pensamiento actual, impartida por el profesor Jaime Nubiola. El tema es "la gente joven".


Dos y media de la madrugada. Un autobús repleto me devuelve a casa después de una noche tranquila. Mi visión desde el último asiento me permite observar el comportamiento de todos sus ocupantes para los que la noche todavía no ha acabado. El ruido del motor es una banda sonora perfecta que me hace pensar en la cama en la que voy a acostarme y el aire cargado del autobús me adormece aún más.

Una brisa calurosa me trae un olor nauseabundo de la parte delantera de la "villavesa". Levanto la cabeza en busca de su origen. Para mi sorpresa, encuentro a un enorme joven doblado y con la cara mirando al suelo. Un charco grumoso y amarillento se va expandiendo por el suelo. Otros jóvenes se alejan rápidamente. Ahora los alborotadores se concentran en la parte trasera, a mi lado. Todos hacen gestos de burla y asco. Uno de ellos, el cabecilla, lo imita con una similitud escalofriante. Nadie siente compasión por ese pobre chico que esta noche se ha pasado con la ginebra. Nadie imagina que les podía haber pasado a cualquiera de ellos.

Un bache provoca que dé un brinco sobre mi asiento y que cambie el rumbo de mis pensamientos. Ahora me fijo en un par de chicos de origen probablemente latino, tez oscura y andares de superioridad. Los demás les hacen pasillo y ocupan un sitio delante de mí. Me siento observada durante unos segundos. Finjo interés por el paisaje a través de la ventana y me acerco más a mi hermana. Uno de los chicos escupe al suelo de forma sonora y me mira. Me resisto a poner los ojos en blanco a pesar de que es lo que más me apetece porque tengo el estómago encogido. Mejor no provocarle.

Un par de paradas más adelante sube otro grupo de jóvenes. Entre tanto alboroto, no saben dónde sentarse. Al pasar cerca de mi asiento, les acompaña una dulce fragancia. Un olor intenso y fuerte, desagradable. Se llevan el porro a la boca y sueltan aliviados el humo. Se sientan un poco más allá al tiempo que se cruzan con unas chicas que no paran de hablar entre ellas a voz en grito. Uno de ellos la mira de arriba a abajo y le hace un gesto obsceno que no consigo descifrar. Ella, la líder, se sonríe mientras le da la espalda y continúa hablando con sus amigas. Mientras critican el horroroso vestido de una tal Vane que por supuesto no está presente, el grupo de chicos que se mantenía a mi lado le pregunta algo que no puedo escuchar. Ella contesta:

- Sí, es mi ex.

Ellos se intercambian sonrisas pícaras sin disimulo. Ella les dedica una fingida sonrisa y les pregunta qué les ha contado el susodicho.

- Que lo pasaste muy bien en Sanfermines, después de que él te dejara.
- ¿Qué? ¡Pero si le dejé yo a él! ¡Qué dice este chaval! ¡Yo flipo! Es que me da igual lo que dijera. Pero, ¿cuándo me dejó supuestamente?
- En abril.
- ¿Qué dices? Yo llevaba desde marzo queriendo plantarle y al final lo pasé al fin de semana siguiente.

Dejo de prestar atención en vista de la calidad del viaje que me espera por delante. No me interesa escuchar las intimidades que se pasean sin pudor por el autobús. Casi prefiero cerrar los ojos para evadirme de aquella realidad que siento tan cerca pero, por suerte, tan lejana. Mi hermana me da un golpe en el hombro izquierdo.

- La siguiente es la nuestra.

Le doy al botón y en unos minutos salgo de aquel sofocante autobús público, respirando por fin el aire fresco de la noche que consigue airear mis pulmones, pero no mi mente.

- Menudo viajecito - Le digo a mi hermana pequeña.
- ¡Che! ¡El mundo está loco, pibe! - bromea ella con acento argentino.
- Es lo que hay... ¿Vaso de leche con Colacao? - Le pregunto mientras le lanzo una mirada cómplice.
- ¡Sí! Tengo unas ganas de meterme en la cama. Me matan los tacones.
- ¡A mí no! - Y presumo de las manoletinas que esta noche he decidido llevar.

Mientras me meto en la cama pienso en la escena que he vivido en ese autobús. Un poco de todo: alcohol, drogas, "ligoteo". Y mucho de nada: egoísmo, soberbia, frivolidad. Cierro los ojos y doy las gracias por lo que tengo, por no vivir esas experiencias y por estar ya arropada en la cama.

Comentarios