Adiós

     Veo cómo cierras los ojos con fuerza. Levantas las cejas, niegas con la cabeza. Lentamente, bajas la barbilla hacia el suelo. Ahora no puedo ver tus ojos. Estoy rota por dentro. ¿Por qué no me dices nada? Háblame. Grítame.

     En ese momento decides que ya nada tiene sentido, que ya no merece la pena luchar por mí. Dejas que me escape entre tus dedos. Te dejo, y tú no saltas. Admites tu derrota, no te defiendes. Lloro. Me acompañas a casa. La impotencia me mata. Lloras. La gente nos mira. Pero qué importan.

     Te suplico un abrazo antes de irte, de abandonarme. Me desgarra la frialdad con la que me lo das. Tus músculos, flácidos, ya no me rodean con ternura, con seguridad ni protección. Me abrazas y te vas, sin volverte a mirarme, con la cabeza gacha, rendido. Yo sigo tu recorrido, tu marcha. Ya no estás. Y lo peor es que ha sido mi decisión.

     




     Un escalofrío me recorre el cuerpo. Siento frío en esta tarde de verano. Algo me aprieta en el pecho: el vacío que has dejado en mi corazón. Te he perdido. Y esta vez, para siempre.

Comentarios

  1. ¡Me gusta mucho el cambio que le has dado al blog! Es más veraniego jajajaja y muy cuqui, COMO TÚ! En cuanto a la entrada esta me gusta más que la de la escuela (es más madura y para que negarlo... más "tu") Sigue así Albichuela. Estaremos esperando a que subas las otras seis entradas que nos tienes guardadas.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario