Guerra muy fría


No pudo soportar la ira que se apoderaba de su cuerpo en esos momentos. Sin poderlo remediar, ya no era dueña de su voluntad. El razonamiento del que siempre había presumido ahora estaba anulado, solo pensaba en su venganza. Le habían robado su tiempo y ya no podía permitir aquellas injusticias del todo inmerecidas. Como una simple espectadora, vio su propia mano levantarse hacia él, con una rapidez y una destreza desconocidas en ella, y en menos de lo que tardara en percatarse de lo que hacía, vio cómo sus propios dedos arrancaban un papelito minúsculo. Lo acercó hacia sus ojos, después de mirar desafiante al siguiente en la cola de la pescadería. Sí, el número 298, ya no se le colaría nadie más.

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