Capítulo 2: Una invitación inesperada

Estuvieron hablando largo rato, rodeados de un ambiente acogedor con sabores dulces y olor a chocolate caliente. Pensaréis que no es quizá lo más apropiado para una primera cita, pero insisto, aquello no era una cita. 

Ella encontró en aquella masculina sonrisa una inesperada invitación a relajarse, a desconectar su chip calculador que siempre permanecía alerta. Para ella era desconocido aquel estado de confort en el que no necesitas causar una buena impresión ni tampoco tienes expectativas puestas en esa persona. 

¿Qué esperaba de aquel encuentro? Si os digo la verdad, solo quería eso, no tener que pensar. No había posibilidad de confundir aquello con nada romántico, estaban demasiado definidos los límites de aquella extraña relación que empezaba a fraguarse. 

En realidad era como si lo conociera desde siempre, solo que a través de otros ojos. Una persona de la que conoces tantos detalles encantadores que a ciencia cierta sabes que es una buena persona pero nunca te has parado a prestarle la atención que merece. 

A pesar de ello, aquel día ella se había propuesto hacerle honor a su tiempo e invertirlo en alguien que, desinteresadamente, pudiera apreciar su compañía sin esperar la recompensa del romance.

Estaba claro que la admiración era mutua y, casi temiendo que descubriera su nerviosismo, lo besó nada más verlo y con ello creyó quitar de un plumazo las expectativas que aquel encuentro podía generar en él.

Lo que os puedo asegurar es que allí, en esa minúscula cafetería aquel viernes de diciembre cualquiera, estaba ocurriendo algo inesperado.

Comentarios