El último vuelo


Vuela y siente el agua correr frente a él. Pequeñas gotas de agua le salpican el rostro, aliviando su sufrimiento. Un pesar que dentro de muy poco habrá olvidado. 

La brisa fresca se cuela entre su pelo, entre sus dedos, renovando sus fuerzas. Hace muy poco que ha aprendido a vivir solo y, aunque es consciente del escaso tiempo que le queda, ya empieza a sentir nostalgia de la vida. 

También los peligros le acechan, vigila su retaguardia con una audacia instruida pero inexperimentada, temerosa aún. Ahora ya nadie lo protege, saben de su fragilidad, de su inocencia también, pero él está solo.

A pesar de ello tiene las ganas de probarse a sí mismo, de correr y gritar y sentirse libre por primera vez. Salir de casa le ha sido duro, ahora debe encontrar su pareja, tiene muy poco tiempo. Ese es el curso de la vida, así se lo han enseñado.

La primavera es la época más propicia para enamorarse, los olores y sabores son mucho más intensos​, hasta el aire es diferente, más ágil. Se promete un paseo tranquilo por los jardines cercanos, una escapadita antes del almuerzo. 

Entonces allí la encuentra, la ve correteando con inocencia en su jardín, despreocupada y divertida. Tan sencilla como respirar. No puede evitarlo, se acerca a ella, ignorando las normas, acallando su conciencia, respetando a su corazón.

Vuela y vuela a su alrededor, queriendo llamar su atención, divertido y travieso, y de pronto, una red enreda sus brazos y sus pies y cae preso. 

Y su risita traviesa se cuela por su garganta y llega hasta él, risueña y cantarina. Entonces oye cómo ella grita alegremente: "¡Mamá, mira! ¡He cazado una mariposa!"; y su corazón está listo para entregarse.

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