Borrador

Sentía orgullo, un placer inmenso por el trabajo realizado, una felicidad desmedida por haber concluido su obra. Una obra que había pasado demasiado tiempo en su cabeza y otro tanto enjaulada en la carpeta "Borradores" de su ordenador. Había dormido en sus brazos, desvelado sueños e interrumpido sus comidas. Porque había aprendido que cuando la inspiración llama a tu cabeza, tu corazón no puede esperar. O viceversa. 

Obligado por una corriente superior a tus fuerzas terrenales te lanzas a la aventura, corres, te ríes y también lloras. Y sueñas, sueñas a todo color y con todo lujo de detalles, sin escatimar. Y luego muestras tu obra, tu bebé, tu pequeña novela, el sueño de una vida, el viejo propósito de cada año nuevo. 

Sin embargo, tu creación muere antes de nacer. Es rechazada por una, y otra, y otra editorial. Nadie apuesta, no arriesgan. "Eso ya no se lee, no va a vender." Te dicen que no será un éxito, que vuelvas a intentarlo más adelante, con otra cosa, algo más moderno, más divertido. ¿Un recopilatorio de chistes? ¿Un libro de autoayuda? Te miras atónito en el reflejo de esa librería, despidiéndote en silencio de un sueño que se frustra por momentos, como pasa en las mejores películas antes de que llegue la escena final, la del reencuentro, la de la solución, el alma caritativa, el final feliz. 

Solo que esta vez esa es la última escena, en la vida real no existen hadas madrinas, ya no hay más intentos, solo unas facturas que pagar y un estómago por alimentar. Por eso acaban los sueños frustrándose, no nos engañemos. Porque hay que ser prácticos. El escaparate de la librería llama su atención. Un folio escrito a máquina ofrece un puesto como dependiente. No se lo piensa dos veces. Su novela seguiría siendo un borrador pero muy pronto él escribiría su punto final.


Comentarios