Descubriendo al asesino


Asesinaba a sangre fría y sin sentir remordimientos. El término asesino en serie parecía creado para él. Se movía rápido, de un condado a otro, sus víctimas eran de lo más dispares y no parecía seguir ningún patrón de conducta. Dieciséis estados le tenían entre los cinco más buscados del país y sin embargo seguía cometiendo crímenes con una precisión y perfección elogiables. Yo no solo había estudiado su perfil criminal, lo había creado tras analizar toda su trayectoria criminal y personal. Llevaba diez años investigándolo.

Era un hombre inteligente, calculaba meticulosamente sus crímenes, no dejaba rastro y siempre llevaba la delantera. Tenía esa maldad dentro que parecía no provenir de este mundo, una persona cuya sola presencia hacía encoger el estómago y secar la garganta. Un rostro pálido y una gélida mirada azul personificaban el mal en la tierra y, sin embargo, a pesar de toda esa sangre fría, de vez en cuando mostraba tener compasión. Pequeños retazos, insignificantes, pero que ahí estaban. Por supuesto él tenía un pretexto para matar, una "causa" lo  llamaba. Pero esta no era más que una forma de venganza contra un mal mayor en el que solo él creía. Quién sabe si solo era producto de su imaginación perturbada.

El recelo y el espanto iniciales que él me inspiraba empezaban a mitigarse y en su lugar había aparecido una curiosidad insensata por saber si existía esa causa. Qué motivo hacía que mereciera la pena matar a tantas personas. ¿Amor? ¿Dinero? ¿Venganza? Había interrogado a testigos, cabos sueltos a los que él había perdonado la vida. ¿Les había dejado vivir para que desvelaran su historia? ¿Se movía por su ego o simplemente era una pequeña muestra de compasión? ¿Un error quizá? Imposible, él no buscaba fama, quería pasar desapercibido, cumplir su misión. Y desde luego nunca cometía errores. Había tantas preguntas sin respuesta y tantas contradicciones.

Pronto esa curiosidad se convirtió en obsesión. En algunas escenas de crímenes había visto señales de forcejeo, de peligro. Me preguntaba si habría salido herido, si aquello estaría planeado, sentía miedo por él. Más tarde quisieron relegarme del caso. Se había convertido en "algo personal", solían decirme. Pero no era eso. Querían asignar a un equipo letal que acabara con aquel hombre, abatirlo, sin preguntas. Y yo no estaba dispuesta. Sentí compasión por él, se merecía contar su versión de la historia. Aquel hombre que había perseguido y asesinado a tantas personas, no lo hacía por placer. No era un animal, un sádico o una bestia como lo describían en los periódicos. Tenía un motivo, y en lo más recóndito de su corazón, yo quería entenderle. Deseaba que una persona tan inteligente, metódica, entrenada y fuerte tuviera una buena razón para hacer aquello. Necesitaba creerlo. 

Él resultó condenado a cadena perpetua. Su causa nunca llegó a oídos de un juez justo, las pruebas fueron manipuladas para poder atraparlo y ningún abogado pudo probar su inocencia. Pero lo cierto es que no había causa que lo justificara. No perseguía ningún ideal, ninguna bandera. No había negocio detrás, ni despecho, ni principios. Pero yo siempre quise creer que este malo era una buena persona. Porque todos queremos llegar a empatizar con el malo. Y tú también.