Enamorarse es fácil


Enamorarse es tan fácil que asusta. Da miedo sentirse atraído, dependiente e inseguro, por una persona que antes pasaba desapercibida o ni siquiera conocías. Es tan sencillo ver las cosas que nos unen, similitudes que parecen coincidencias, preguntas y respuestas lanzadas como por encargo, sacadas de una película con psicología barata, ocasiones de verse sin importar el momento ni el lugar.

Cualquier acontecimiento es una oportunidad. Entran ganas de dejar cualquier cosa solo por estar a su lado, prefieres hablarle durante horas hasta que las fuerzas se te acaben, se te olvida el sueño, se te olvidan las responsabilidades. Esa nueva persona parece prioritaria, aparece en tus pensamientos continuamente con el recuerdo de una conversación reciente, se cuela en conversaciones ajenas, en canciones y en momentos. Su imagen reaparece en tu cabeza, siempre presente.

Lo que no vemos es que se puede sentir eso prácticamente con cualquier persona, pero lo disfrazamos de algo único, cómo se conocieron, qué se dijeron, su primera cita, incluso lo llamamos amor verdadero. Pero es gracioso que sea tan común y sencillo. Es algo que pasa constantemente, en todas partes del mundo, a todas horas.

Y sin embargo, cuando se acaba, todas esas cosas que antes eran mágicas entonces son banales. Lo malo se hace gigante y todo cuesta demasiado esfuerzo. Nadie cede, nadie regala. Justo al contrario de cómo había empezado. Pero no nos preocupa, corremos un tupido velo, recordamos los fallos del otro y con suerte guardamos sus recuerdos, porque sabemos que pasado un tiempo, en cualquier momento, volverá a aparecer otra persona, un gran amor, impredecible y adictivo, igual de especial, mágico y fácil que el anterior. Y volverá a cautivarnos.

Comentarios

  1. ¿Y qué da más miedo? ¿Enamorarse rápido, o enamorarse lento? ¿Enamorarse fácil, o enamorarse difícil? ¿Enamorarse en cinco segundos, o enamorarse durante seis años? Y sin embargo, cuando se acaba, miedo.

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