Mentiras

Lo vi salir apresurado de nuestra casa, después de haberme soltado lo que era sin duda una sarta de mentiras, con su pitillo en los labios y apestando a colonia. Supe inmediatamente que iba a verla a ella, pero en lugar de quedarme esperando en casa a su regreso, suplicando al cielo y a la madre tierra que le hicieran entrar en razón, esta vez decidí seguirle.

Avancé en mi coche siguiéndole a escasos metros del suyo, sintiéndome pequeña y a la vez poderosa, como en una película de espías pero con cierto regusto amargo. Llevaba una peluca puesta, la del cumpleaños de nuestra hija, que se había empeñado en llevar el pelo de Blancanieves la semana pasada.

Mientras lo seguía me venían a la cabeza preguntas patéticas. ¿Cuánto tiempo llevaría engañándome? ¿Con cuántas mujeres? Ni siquiera​ nada de eso importaba ya. ¿Por qué me había sido infiel? ¿Cuándo dejó de quererme? ¿Por qué yo aún seguía haciéndolo?

Lo vi aparcar en un barrio de las afueras, y me quedé en doble fila a una distancia prudencial. Él se bajó del coche con aire despreocupado e incluso ansioso, y sentí una punzada en el estómago y una sensación de remordimiento. "Prefería no ver esto." Pero lo vi.

Se acercó a un portal y marcó un piso. En su inquieta espera, daba golpecitos a la pared y se movía en círculos. Pensé que podría estar dudando y decidí darle una última oportunidad para salvar todo aquello. Le llamé por teléfono. Mientras el teléfono daba tono, algo dentro de mí crepitaba, esperando y agonizando, para que mi llamada llegara antes que la apertura de esa puerta. Tal vez si veía mi número aún podría arrepentirse y volver a casa conmigo. Podría. Estaba segura de que esta vez lo haría. Sentí el miedo agarrotar mi cuerpo y la boca secarse, en vilo, muda. 

Entonces lo vi con mis propios ojos mirar su móvil, colgarme, dejar el teléfono en su bolsillo trasero, responder con aire acostumbrado a ese telefonillo, esbozar incluso una sonrisa al interfono y perderse dentro de ese portal, sin el menor cambio en su expresión ni en su mirada. Yo ya no existía. Y se acabaron las mentiras.