Oasis

Me creía viva y poderosa justo antes de dejar que aquella emoción me invadiera por dentro, y la sentí hacerse dueña de mi cuerpo, extendiéndose​ a la punta de mis dedos hasta que la pesadez me impidió mover ni uno solo, sumiéndome en un estado letárgico, un excepcional y dulce oasis inquietantemente pacífico, rodeado por buitres ansiosos que me miraban desafiantes mientras mi cuerpo, cada vez menos mío, me abandonaba a una paz de la que no querría —ni podría— escapar en mucho tiempo.