Callejuela londinense
Medianoche. Una rata corre sigilosa por la tubería. Él protege su rostro con un sombrero de copa. Silencio. El suelo encharcado brilla, refleja las luces de las farolas lejanas. Callejuela de Londres. Una ráfaga de viento se cuela moviendo su gabardina negra. El cuello subido, descaro en su andar. A lo lejos un taxi llama mi atención. Estoy escondida detrás de un contenedor oxidado. Huele a pescado podrido. Me acurruco un poco más. La rata pasa por delante de mí. Se detiene, me mira y se va. ¡Mierda! Pasos tranquilos se acercan por el callejón. ¡Mierda, mierda! Le oigo pisando un charco a pocos metros de mí. Él no se ha preocupado por el sigilo. ¿Será posible? Sabe que estoy aquí. ¡Mierda! ¡La maldita rata me ha delatado! Hace frío. Mucho. No siento los pies ni las manos. No me ha dado tiempo a coger el abrigo al salir de casa. Estoy congelada. El cielo negro no presagia nada bueno esta noche. ¡Tengo miedo! Un aire gélido atraviesa...