París, mi inspiración
París. Ciudad de lujo y glamour. Quizá no tan brillante como Mónaco, pero con más siglos de historia y más luz sobre nuestra cultura. Probablemente sea eso lo que la hace tan irresistiblemente atractiva. Organizar un viaje con tus amigos a una ciudad así, es extraordinario. Superados los nervios del billete, los peajes, el maldito GPS, la búsqueda de la terminal, las largas colas, la entrega de la tarjeta de embarque, el peso de la maleta y la foto prohibida al pie del avión. Una vez subidos al avión, otra misión: buscar un asiento y, aún más importante, un hueco para tu maleta. Tras luchar contra algún que otro pasajero igual de estresado, conseguimos tranquilizarnos. Las azafatas, erguidas y malhumoradas, piden que tomemos asiento. Profesión frustrada desde niña, con sus trajes apretados de color azul turquesa, sobrevuelan el mundo. Corroboro la falsedad de un difundido mito: no llevan taconazos. Después de que una voz del techo me hable en algunos idiomas de forma ininteligi...