Desde mi ventana
La noche sentía celos de ti, probablemente. Te veía ahí tirada, con tu cuerpo entrelazado en unas sábanas blancas y tu respiración profunda, tranquila, al ritmo de unos latidos que alimentaban tu profundo sueño. La noche estaba celosa, seguro, y no porque fuera yo quien te hiciera sentir esa paz, sino porque ella nunca había compartido eso con nadie. Solitaria y burlona, la noche se asemejaba más a mí de joven, cuando cerraba las discotecas y olvidaba el nombre de mis conquistas. Cuando el alcohol corría por mis venas con más familiaridad que mi propia sangre. La noche era mi mejor amiga, mi confidente. Por aquel entonces tú solo eras una insulsa estudiante de química, encerrada en tus libros y tus horarios, camuflada bajo unas enormes gafas de pasta y un abrigo XXL. Caminabas arrastrando ligeramente los pies y saltabas el último escalón de las escaleras, conservando un halo infantil enigmático y enternecedor. Ahora te veía ahí profundamente dormida, tan sencilla, tan ...