Instante de libertad
Una niebla espesa flotaba en aquel pequeño pueblo, cubriendo el aire de una inusual humedad en aquellas noches otoñales. Por el suelo, hojas caídas de colores oscuros parecían apiñarse en busca de algo de calor. Entre la niebla, las farolas proyectaban una luz amarillenta que no conseguía iluminar demasiado el empedrado irregular. Ella miraba desde su ventana, mientras fumaba su prohibido cigarrillo al abrigo de la silenciosa brisa nocturna. Aquella noche el silencio era más intenso y duradero de lo habitual y la quietud resultaba ensordecedora, casi dolorosa. Sentía la adrenalina correr por sus venas, sabiéndose en peligro y temiendo ser descubierta en el alféizar de su ventana, el único reducto de libertad que le quedaba. De pronto, en la inmensidad de la noche, envuelta en la propia niebla como estaba y camuflada por el tejado de su vivienda, lo vio. Cruzó un sendero pedregoso bordeado por altos pinos de hojas amenazantes y estirados troncos. El ágil caminar de ese hom...